1. Probióticos y postbióticos dérmicos
El equilibrio del microbioma cutáneo —esa capa invisible de microorganismos que protege nuestra piel— se ha convertido en una de las principales líneas de investigación en cosmética. Los probióticos y postbióticos son activos que ayudan a equilibrar esta flora natural, reforzando la barrera cutánea y reduciendo la inflamación.
Probióticos: microorganismos vivos (como Lactobacillus) que actúan en la superficie de la piel.
Postbióticos: productos derivados de la actividad de los probióticos (péptidos, ácidos grasos, polisacáridos) que calman, regeneran y protegen.
En cosmética ecológica, se emplean versiones inactivas o encapsuladas para garantizar la seguridad y estabilidad. Son ideales para pieles sensibles, con acné o con tendencia a dermatitis.
2. Microalgas regenerativas: poder verde del océano
Las microalgas son auténticos laboratorios biológicos. Algunas especies como Chlorella, Spirulina o Haematococcus pluvialis (rica en astaxantina) se cultivan en biorreactores para obtener activos con propiedades antioxidantes, reafirmantes y regenerativas.
Beneficios destacados:
Estimulan la producción de colágeno y ácido hialurónico
Protegen contra la luz azul y los radicales libres
Revierten signos de fatiga o estrés oxidativo
Son ricas en péptidos, vitaminas, minerales y lípidos esenciales
Además, su cultivo es uno de los más sostenibles del planeta, ya que no requiere grandes extensiones de tierra ni pesticidas. Algunas marcas de cosmética ecológica incluso destinan parte de sus beneficios a proyectos de regeneración marina.
3. Activos fermentados: eficacia mejorada de origen vegetal
La fermentación —técnica ancestral usada en la alimentación— también se aplica en cosmética para mejorar la biodisponibilidad de extractos vegetales. Al fermentar un activo, se liberan nutrientes, se reducen moléculas irritantes y se generan compuestos bioactivos nuevos.
Ejemplos comunes:
Extracto de arroz fermentado: luminosidad y regeneración.
Ginseng fermentado: antioxidante y reafirmante.
Soja fermentada: isoflavonas naturales con efecto reafirmante.
Estos ingredientes suelen aparecer en sérums, tónicos y cremas de alto rendimiento. La fermentación es además un proceso de bajo impacto ambiental, que encaja perfectamente en las fórmulas ecológicas.
4. Activos biomiméticos: imitación inteligente de la piel
Los activos biomiméticos son ingredientes que imitan estructuras y funciones naturales de la piel, como lípidos, péptidos o ceramidas. En lugar de forzar una respuesta, trabajan en armonía con la fisiología cutánea, reforzando lo que la piel ya sabe hacer.
Ejemplos:
Fitoesfingosina vegetal, similar a los lípidos epidérmicos.
Péptidos vegetales biomiméticos, que estimulan la síntesis de colágeno.
Ceramidas derivadas de aceites naturales, que restauran la barrera cutánea.
La gran ventaja de estos activos es su alta compatibilidad incluso con pieles muy reactivas, junto a su eficacia probada en estudios clínicos.
5. Polisacáridos y geles vegetales con efecto segunda piel
Extraídos de plantas como el musgo irlandés (Chondrus crispus), la okra o el nopal, estos geles ricos en polisacáridos crean un film hidratante sobre la piel, con efecto tensor, antiinflamatorio y protector frente a contaminantes ambientales.
Algunos también aportan efecto barrera antipolución, muy valorado en entornos urbanos. Son una alternativa limpia a las siliconas sintéticas, con mejor perfil de biodegradabilidad.